Parecía una víbora loca arrastrándome de dolor. Iba y venía por las calles o las veredas o no sé por donde.
Todo el día borracha, dando asco, pena y espanto a los que me cruzaban. Claro que yo pensaba lo mismo de ellos. Siempre me pasó eso. La gente me daba en ese orden: asco, pena, espanto. Nadie podía ser feliz y si lo eran, bien que lo disimulaban. Malditos malos actores. Siempre vi todo. Como ahora que, con este paso cansino, me veo reflejada en las vidrieras del centro (repleto de minitas cornudas, que bajan su pena comprando y de maridos infieles, que bajan su culpa pagando), y sólo veo lo que queda de mí.
Los despojos de lo que dejó un mal amor. Un terrible mal amor que, según mi precaria teoría, cumplió con el precepto criminal de las 3 C.
Sí señores. Asesinó mi Cabeza, mi Concha y mi Corazón de manera impiadosa.
Según mi terapeuta, a quién acabo de suicidar diciéndole que él no es quien carajo para decirme qué es lo que tengo que hacer con mi vida, el señor asesino de las 3 C, se salió con la suya.
No sólo me dejó, sino que me castró.
Entonces caigo en la cuenta horrenda de que, además de arrastrarme como una víbora loca y dolorida, soy incapaz de amar, de coger, de pensar en otro que no sea el maldito criminal.
El mismo que un buen día decidió llegar a mi vida.Y que otro día, no tan bueno a juzgar por mi presente, decidió dejarme vacía.Vacía como la nada misma, como un cero en silencio. Como una palabra inerte, como una ilusión que se fugó.
Y con esta que, entre mis manos con venas tajeadas, es la muerte de un gran amor.
Este es el blog de una mujer desnuda. Una mujer que ama demasiado. Que vuela. Que sueña. Que se encierra en estas letras -que se asemejan a la vida- para luego ser devuelta, en carne viva, a eso que los demás llaman realidad
viernes, 18 de noviembre de 2011
martes, 8 de noviembre de 2011
SIN DIOSES A QUIEN CULPAR
Tu presencia habita en mis sábanas vacías
y ya no sé cuantas vidas mas podré soportarlo.
Escucho como al pasar
que la gente ríe
mientras tengo miedo de desmoronarme y caer sobre vos
otra vez.
Encendida en vos.
Incendiada en vos
Le hacés falta a mi vida
y el terror me asalta otra vez,
terror de no olvidarte
y nunca,
nunca más
volver a ser feliz en tu ausencia.
No sé.
Será que hoy me levanté sin dioses a quien culpar
-que pase rápido la vida-
Esto así no me está gustando nada.
y ya no sé cuantas vidas mas podré soportarlo.
Escucho como al pasar
que la gente ríe
mientras tengo miedo de desmoronarme y caer sobre vos
otra vez.
Encendida en vos.
Incendiada en vos
Le hacés falta a mi vida
y el terror me asalta otra vez,
terror de no olvidarte
y nunca,
nunca más
volver a ser feliz en tu ausencia.
No sé.
Será que hoy me levanté sin dioses a quien culpar
-que pase rápido la vida-
Esto así no me está gustando nada.
sábado, 5 de noviembre de 2011
NO ESTAS
Son las cuatro y el frio de un "no estás" se hace carne en mi carne.
Este "no estás" habita el desvelo y tu vacío en mi cama.
Se hace huésped del horror, tu ausencia.
No estás, hijo de puta.
Entonces pienso que quiero vivir para tener el gusto de morir, morir y volver a morir.
Porque no estás.
Porque esto es la vida sin vos.
Como un tiro al aire.
Que no sabe qué cabeza partir.
Entendé q quiero tu olor aquí,
tus manos en mí.
Tu miseria junto a la mía.
Tus huesos.
Y tarde te acepto, te amo, te deseo. Y no estás.
No estás. No.
No estás. Y mi alma
-que ya estaba sola-
repite en silencio y en idioma criminal: no estás.
Y ahora qué hago más que morir?
Tengo los días contados.
Las horas muertas.
Los meses tristes.
La piel herida.
El alma en llamas.
Pero de nada sirve.
Vos sabès. No estás.
Las cuatro es una buena hora para morir de pena.
O de amor. O de soledad.
O de algo que tenga tu cara y todos tus recuerdos. Morir.
Morir y volver a nacer,
para seguir muriendo.
Este "no estás" habita el desvelo y tu vacío en mi cama.
Se hace huésped del horror, tu ausencia.
No estás, hijo de puta.
Entonces pienso que quiero vivir para tener el gusto de morir, morir y volver a morir.
Porque no estás.
Porque esto es la vida sin vos.
Como un tiro al aire.
Que no sabe qué cabeza partir.
Entendé q quiero tu olor aquí,
tus manos en mí.
Tu miseria junto a la mía.
Tus huesos.
Y tarde te acepto, te amo, te deseo. Y no estás.
No estás. No.
No estás. Y mi alma
-que ya estaba sola-
repite en silencio y en idioma criminal: no estás.
Y ahora qué hago más que morir?
Tengo los días contados.
Las horas muertas.
Los meses tristes.
La piel herida.
El alma en llamas.
Pero de nada sirve.
Vos sabès. No estás.
Las cuatro es una buena hora para morir de pena.
O de amor. O de soledad.
O de algo que tenga tu cara y todos tus recuerdos. Morir.
Morir y volver a nacer,
para seguir muriendo.
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